¡Cambiar gracias a la comunicación!

Hoy día, en casi todas las organizaciones hay dos palabras que se utilizan muy a menudo: cambio y comunicación. Esto también es verdad en la FCI.

Cambio
¡El cambio es un proceso de evolución natural y siempre debería tenerse en cuenta, en cualquier momento! De lo contrario, la organización no estaría trabajando para un futuro duradero y de calidad…

Algunos ejemplos de lo que deberíamos hacer:

  • implicarnos cada vez más en cuestiones de salud y del bienestar de nuestros perros, que son parte de nuestra sociedad, y especialmente cooperar con sociedades protectoras;
  • mantener siempre la calidad de nuestros perros en un alto nivel,

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Gerard Jipping
Tesorero de la FCI
En busca de la cinofilia naciente, desde la edad media a 1911 (parte 1/7)

Véase la totalidad del artículo y mucho más en el Libro del Centenario de la FCI www.fci.be/onlinecatalogue.aspx

Raymond TRIQUET, Francia
Catedrático, Universidad de Lille III,
ex Presidente de la Comisión de Estándares de la FCI
Traductor: Carmen Herrera

Es habitual decir que el perro ha sido siempre el auxiliar del hombre, y que se le ha criado y educado como tal para la caza, la guardia (y mucho más tarde la conducción) de rebaños, la vigilancia de la casa o de la granja. También como animal de compañía, en el sentido en el que el perro consuela al hombre de ser hombre. La frase “el perro ama al hombre” no se concibe sin reciprocidad: “el hombre ama al perro”. Todo ello remite al sentido original de la “Cinofilia”.

Iluminaciones de Gaston Phoebus
(Libro de Caza)

El amor que el hombre dedica al perro es muy antiguo y responde al afecto del perro hacia su amo, a su fidelidad, a su devoción incondicional. Desde el siglo XII, Brunetto LATINI, un florentino instalado en Francia que hizo una división entre perros de gran y pequeño tamaño (intento de organización), canta al amor que el perro nos transmite: “El perro es el animal que más ama al hombre” (Le Livre du trésor). A mediados del XIV, Henri de FERRIÈRES, señor de Gisors, muy avezado en la caza, reconoce las cualidades del perro: “No hay hombre con mayor bondad en el corazón que la del perro”. Pocas alabanzas hay tan bellas y que emocionen tanto a los amantes del perro como estas líneas escritas a finales del siglo XIV por Gaston FEBUS (Gaston III de Foix-Béarn, 1331 – 1391) en su Libro de Caza, del que, según TILANDER, aún existen 44 magníficos manuscritos:

Es el animal más noble, más razonable y más inteligente que jamás haya creado Dios (...). El perro es leal a su señor, y su amor es bueno y verdadero (…). El perro es tan bueno que el hombre no desearía otro ayudante.
El perro es intrépido, porque se atreverá a defender la casa de su amo y guardará a sus animales y todo lo que de sus bienes proceda, exponiéndose a la muerte.

Gaston FÉBUS podía hablar de perros: poseía 1600. Vemos que la caza no es el único “servicio” que el perro otorga al hombre. El perro se consagra hasta la muerte, y su amo reconoce sus cualidades y le ama. Así lo describe el célebre cronista FROISSART, al que FÉBUS recibió en su corte:

Amaba a los perros más que a cualquier otro animal.
Y en el campo, invierno y verano, con ellos se recreaba.

La alianza sellada antaño entre el hombre y el perro continúa y se enriquece a través de los siglos. Los perros están al servicio de FÉBUS, y éste al suyo, porque además de métodos de caza, él enseña los cuidados y la alimentación que hay que darles, la manera de curarlos, la higiene y el arte de construir sus recintos: “La perrera debe tener entre diez toesas de largo y cinco de ancho” (una toesa equivale casi a dos metros) “y debe tener a su espalda un bello prado o un lugar donde el sol se vea cada día”. ¿Puede darse un consejo más juicioso? El Libro de Caza es una obra precursora. Los historiadores creen que la Edad Media no es un “período de regresión”, como habitualmente se piensa, sino un “período fundador”, como vemos en este caso. Como dice TUCOO-CHALA, especialista en FÉBUS, aquel “gran príncipe de Occidente”, “durante siglos se copiaron estas páginas sin cesar, y nunca se mejoraron”. Esto es cierto, incluso para Jacques du FOUILLOUX y su célebre Vénérie (“Montería”) de 1573.

La Vénérie de Jacques Du Fouilloux,
Charles Lebossé, Angers 1844, p.74

Tras haber descrito a los animales de caza, desde el ciervo a la nutria pasando por la liebre y el oso, su “naturaleza” y su comportamiento, aunque esta palabra no existiera aún aplicada a los animales, FÉBUS enseña el arte de cazarlos, volviendo más tarde a los perros. Describe al “alant”, posible antepasado del dogo, cuyo nombre no aparecerá en francés hasta 1406 como término de insulto a los ingleses (dog), y más tarde en 1480 para designar a un perro “procedente de Inglaterra” (Trésor de la langue française, tomo séptimo). Asimismo, divide a los Alants “de España” en tres categorías. El Alant gentil (en el sentido francés de “noble”) es de “porte recto como un galgo”, excepto la cabeza, que “debe ser gruesa y corta” (la forma verbal “debe” indica que se trata de una norma, según los estándares creados por FÉBUS, y que ya hay “cabezas cortas”). El Alant veautre (del verbo francés “vautrier”, que significa literalmente “revolcarse”), que caza jabalíes. El Alant de carnicería no es caro de alimentar, “porque comen los restos de las carnicerías”. Subrayemos que en aquella época las carnicerías también eran mataderos (u originalmente el lugar donde se mataba a los machos cabríos [“bouc” en francés, que da origen a la palabra “bouchérie”- “carnicería”]).

Iluminaciones de Gaston Phoebus
(Libro de Caza)

Los perros cazadores son descritos minuciosamente según sus “formas” de cazar. Los que “se esfuerzan hasta perder el aliento”, los que “cazan lentamente” pero “cazan todos los días”, los que “cazan oliendo el viento y los que ponen la nariz a tierra”. FÉBUS no les da nombre porque carece de la noción actual de raza, pero el montero actual reconocerá el suyo. Nuestras expresiones habituales ya figuran aquí: “el perro corredor es bueno y bello”. Son “de todo tipo pelo” pero los más comunes son negros “Catruillé”, (según el término antiguo francés). He aquí pues la expresión utilizada habitualmente por los cazadores actuales con perros de Gascuña “quatroeuillés”, que significa “cuatro ojos”. En 2009, la FCI exigió que los estándares llevaran la mención “nariz bien abierta”. Los perros de FÉBUS, que son “de buen padre y de buena madre”, es decir juiciosamente criados, por no decir “seleccionados”, ya tienen “grandes ventanas nasales”. En los “chienz d’oysel” o “Espaignoulz” (spaniels), volvemos a encontrar las nociones de belleza y de bondad: “de pelo blanco o moteado, que son los más hermosos”. Actualmente solemos rechazar los perros de caza con pelo desmesuradamente largo. FÉBUS nos adelanta ampliamente: “no debe ser demasiado peludo” (también aquí figura la noción, incluida en nuestros estándares, de lo que “debe ser” y de lo que “no debe” ser). Estos perros, procedentes de España, no deben utilizarse junto a los habituales, porque son “alocados y ladradores”. FÉBUS emplea también la expresión francesa “faire la riote” (literalmente, “reírse, alborotar”): “il (el perro de Oysel) fera tout la riote et tout le mal”. Riote, utilizado en este sentido como disputa, alboroto, “de acción desrazonable” (Trésor de la langue française) aparece en el siglo XII, pero no vuelve a utilizarse. Un rioteur era un alborotador. Ahora bien, en inglés moderno, riot es un motín y rioter un amotinador. Los cazadores ingleses emplean la expresión run riot y el verbo riot para el perro que se “desamotina” (el que deja la jauría para cazar sólo), y por tanto provoca confusión. La palabra y la expresión run riot, hunt riot aparecen en inglés medio tardío procedente del francés antiguo.
Hermoso intercambio de palabras entre monteros que practican el mismo arte. FEBUS tenía contactos con el célebre hijo de Eduardo III, el Príncipe Negro, que asoló el sudoeste de Francia pero no Béarn, y se ofreció para mostrarle “un poco de su ciencia” en materia de caza.

El mastín es común, ya que “todos hemos visto alguno”. Guardan el ganado y “l’ostel” (“la casa”) de su amo, pero son de “vileins chiens” (feos, malos).
El perro que conduce los rebaños, de tamaño más pequeño, aún no existe en la época. Procedente de Escandinavia y de Inglaterra, no llegará al continente europeo hasta 1700 (según Xavier de PLANHOL). El mastín, perro de protección de los rebaños y perro guardián puede ser, como el alant (alano) un “buen” perro “para los jabalíes, los osos y los lobos, pero no debemos sobrevalorarlo”. En efecto, es un “patán”. No tiene la nobleza del perro corredor y del galgo, cuya “bondad” viene “de buen padre y de buena madre” y de un buen adiestramiento, porque “se les puede criar bien”. Lo que aquí es extraordinariamente moderno es la descripción de las mandíbulas, una “recta con la otra”. La mandíbula inferior no debe sobrepasar a la superior, y viceversa. He aquí, en el siglo XIV, la condena al “prognatismo” y la prueba de que este defecto ya existía. Asimismo, el galgo será de tamaño medio, ni demasiado grande ni demasiado pequeño. Hay que huir de los extremos, lo que ya da fe de una cinofilia ecológica. La descripción del galgo es completa y detallada, e incluye, como la actual, todas las partes del cuerpo, desde la cabeza (con la división “dientes, ojos, orejas”) a la cola, sin olvidar mencionar que el lomo “un poco alto” es mejor que el “lomo plano”. ¿No es el galgo convexilíneo? Aquí tenemos pues un auténtico estándar, que va aún más allá que los nuestros, ya que describe los testículos (pequeños y apretados) y el pene (pequeño y poco saliente). La descripción termina con una lección sobre el comportamiento en la caza: “despiteux” (“arrogante”) con los animales salvajes, pero cortés, dulce, alegre y obediente con su dueño. Subrayemos que en el siglo XII la expresión francesa “avoir en despit” significada “despreciar”, que volveremos a tratar con BUFFON con los perros “desdeñosos”.

La descripción del galgo expuesta por Gaston FEBUS ha sido utilizada por ciertos autores, al igual que las que describe en su Libro de Caza, plagiada a veces por editores sin escrúpulos. La cabeza tiene forma de lucio, el cuello es “inclinado como el de un cisne, los pies rectos y redondos “como los de un gato”, “la cola de rata”, etc. En 1486 (FEBUS murió en 1391 y su primer manuscrito data de 1400), Dame Juliana BERNERS describe al buen galgo en The Boke (book) of St. Albans:


heded like a Snake (cabeza de serpiente)
and necked like a Drake (cuello de pato, aunque
también para la época, de dragón),
footed like a cat (pies de gato)

Tengamos en cuenta que 1486 es cuando se imprime por primera vez la obra, pero ésta es anterior. Este pasaje se citará con variantes hasta el siglo XIX.

La lista de razas caninas de Dame BERNERS, aunque contenga lagunas, prueba la existencia de perros bien establecidos en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XV: el galgo (Grehound – no conocemos el sentido de gre, que se convertirá en grey, que no tiene nada que ver con el color gris), el mastín (Mastyfe), el spaniel (Spanyell), el terrier (Teroures) y los perros de carnicería (Bocheris houndes, y pensamos en los Alanos de carnicería de FEBUS). SHAKESPEARE se inspiró en esta lista en el famoso pasaje de la escena 6 del acto III del Rey Lear:

Mastiff, greyhound, mongrel grim
Hound or spaniel, brach or lym
Or Bobtail tike or trundle-tail

Dogo, galgo, bastardo arisco
Perro cazador o perro de oysel, braco o rastreador
Ya tenga la cola corta o enrollada

La segunda clasificación, de la que Inglaterra está orgullosa, está escrita en latín por Yohannes CAIUS (o John KEYS o KAYS, académico de la Universidad de Cambridge y médico de la reina Elizabeth I), fue publicada en 1570 y traducida al inglés por FLEMING en 1576: De Canibus Britannicus, of Englische Dogges.

CAIUS dividió los perros de la época en tres grupos: los que sirven para cazar, los domésticos, entre los que figuran el mastín y los perros pastor, y la “currishe kinde”, es decir, el resto de perros, entre los que figuran los “mantequeros” y los “gozques”. Es interesante subrayar que la relación entre el greyhound y la liebre (lo que se conoce actualmente como “lebrel”, ya se atestigua en CAIUS: “Leporarius”, del latín lepus).

Retrato de Yohannes Caius